Toponimia argentina en Antártida: la soberanía en disputa

Por María Victoria Herrainz

Resumen

La toponimia es una de las herramientas mediante la cual los Estados validan su soberanía sobre los territorios y/o accidentes geográficos, ya que el nombre que deriva directamente del acervo histórico y cultural de cada nación, determina también la manera en la que se inscribe ese país en la historia política de competencia territorial internacional. Este trabajo busca describir brevemente el ejercicio de soberanía en el ámbito toponímico del Sector Antártico Argentino y su recorrido histórico, para luego visibilizar la particular situación actual de toponimia enmarcada en el diccionario geográfico denominado “El Gazetteer compuesto de la Antártida” (CGA) del Comité Científico para la Investigación en la Antártida (SCAR). Seguidamente, se propone analizar la toponimia desde la perspectiva de género, haciendo mención al reconocimiento de mujeres científicas a través de homenajes tales como el nombramiento de accidentes geográficos de la Península Antártica en su honor.

Trabajo preparado para su presentación en las Jornadas Ciencia Política 2022, 

organizadas por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, Argentina. 29 de agosto al 2 de septiembre de 2022.

Introducción

Dentro de las actividades que debe desarrollar un Estado soberano, se encuentra la toponimia, es decir, designar nombres a los espacios que ocupa en el ámbito geográfico. La palabra “nombre” es definida como «palabra que designa o identifica seres animados o inanimados», mientras que “designación” es la «función lingüística mediante la cual se hace referencia a las personas y a las cosas». Así, las personas pueden determinar o asociar a personas, cosas o lugares, palabras para hacer referencia a ellas e identificarlas.

Como sostiene la ex jefa de la División Toponimia del Servicio de Hidrografía Naval (SHN), María Cristina Morandi (2013), los nombres geográficos son una parte fundamental de la cartografía mundial y representan un elemento clave de la carta o mapa “ya que es inconcebible pensar que las cartas o mapas puedan cumplir con su función de comunicación sin los nombres geográficos”. “Toda cartografía necesita un mínimo de nombres para designar o identificar accidentes o nombres de lugares, sin ellos, un mapa se convertiría en un mero diagrama de distribución de símbolos desconocidos.” Los nombres designados  representan un sistema de referencia utilizado desde los inicios de la humanidad para la ubicación en el espacio, ya que forma parte de la necesidad de la organización en comunidad y sobre todo, hay que considerar que nombrar es una propiedad inherente al lenguaje. 

Desde la perspectiva de la política internacional, la toponimia es también la disputa entre países por la competencia para el ejercicio de soberanía en cada territorio. A nivel global, muchos de los nombres designados se definieron durante el período conquistador y  expansionista de los imperios, para luego redefinirse en el marco de los procesos independentistas. Los nombres que se otorgan a los territorios están profundamente vinculados con la construcción histórica y cultural de cada nación en un momento determinado.

La soberanía territorial, particularmente en la Antártida, está determinada por una cuestión más compleja que simplemente la designación de nombres, ya que involucra la garantía de la presencia en el continente blanco para el ejercicio fáctico de esa soberanía en un lugar tan inhóspito. 

Breve repaso de soberanía en la región 

La década de 1890 marca el inicio de la Era Heroica, un período de exploración extensiva con el sponsor de sociedades científicas (Senatore, 2011). A partir del siglo XX, una vez que se consolidan las flotas marítimas de las principales potencias europeas, se gira el foco de la gesta conquistadora hacia territorios aún no alcanzados por la humanidad, como es el caso del Polo Norte y del Polo Sur, por ejemplo, con el objetivo de explicarlos científicamente y a su vez, designar esos territorios como propios.

En el caso del Polo Sur, la carrera internacional comenzó a principios de siglo y estuvo marcada por la participación noruega y británica, a cargo de Roald Amundsen y Robert Falcon Scott, respectivamente. No es el objetivo de este trabajo ahondar en el período heroico, sino más bien identificar a los principales Estados cuyos exploradores protagonizaron los primeros sucesos relatados en la Antártida, como Suecia, Noruega, Escocia, Inglaterra, Argentina o Bélgica -entre otros- ya que van a ser los primeros en visitar el continente con equipos oficiales de exploradores, para incluir al territorio antártico en sus mapas y relatos educativos, y de esta manera reforzar su narrativa nacionalista en la construcción identitaria de cada nación.

Cabe destacar dos hechos fundamentales que definieron el rol protagónico de Argentina en el escenario internacional antártico:  la participación del alférez de marina José María Sobral, enviado del gobierno argentino que participó en la expedición polar del Dr. Otto Nordenskjöld entre 1901 y 1903, la cual quedó aislada en la Antártida durante dos años y que finalmente fue rescatada por la corbeta Uruguay en noviembre de 1903. El exitoso y arriesgado rescate estuvo al mando del entonces teniente de navío Julián Irizar, quien coordinó el accionar de la Armada argentina en territorios por debajo del paralelo 60°, varios años antes de la carrera internacional al Polo Sur. (Howkins, 2009)

En ese mismo año y apenas unos meses antes, en la Isla Laurie, Orcadas del Sur, William Speirs Bruce instaló un observatorio -que serviría también como estación de invierno o refugio- con la Expedición Antártica Escocesa para establecer una sede de estudios meteorológicos, la cual fue luego cedida al gobierno argentino  en reconocimiento por su destreza en los diferentes rescates de esa temporada estival en el Sector Antártico. De esta manera, la Base Orcadas pasó a manos argentinas  el 22 de febrero de 1904.  Convirtiéndose en la primera base antártica argentina, permitió a nuestro país consagrar la presencia humana de carácter estable más antigua del continente. Se encuentra situada en el istmo de Ibarguren, entre las bahías Scotia y Uruguay. Desde ese momento la bandera nacional flamea sin interrupción en la Antártida junto a los estudios científicos que se realizan en la base con una continuidad centenaria.

Además de la cesión de la base, es posible identificar otras apreciaciones en homenaje a las proezas de la Armada Argentina -particularmente, en honor a Julián Irizar- Jean-Baptiste Charcot, un explorador francés, bautizó como islas Argentinas un archipiélago junto a la tierra de San Martín, cerca del archipiélago de Palmer; donde una de ellas recibe el nombre de isla Irízar y otra de isla Uruguay. En Isla Decepción (Shetland del Sur), existe el monte Irizar y a los pies de este el lago Irizar, que se encuentra detrás de la Base Argentina Decepción. Al interior de la historia argentina se destaca el homenaje de nombrar a uno de los rompehielos más relevantes de la flota de Marina en su honor: el rompehielos ARA Almirante Irízar.

Delineando la política antártica peronista (1946 a 1955)

En 1946 la Comisión Nacional del Antártico fue reorganizada y ampliada con el fin de llevar una política antártica a gran escala. Así fue como mediante el Decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº 8.507 del 23 de marzo de 1946 se sumaron a esta comisión representantes de los Ministerios de  Justicia e Instrucción Pública, Guerra y Agricultura, así como de la Secretaría de Aeronáutica en conjunto a los ya designados funcionarios de Marina y Relaciones Exteriores y Culto.

Los asuntos tratados en sucesivas reuniones de la Comisión fueron: a) Delimitación antártica de la jurisdicción argentina; b) Confección de un mapa antártico a cargo del Instituto Geográfico Militar; c) Adopción de toponimia argentina en la jurisdicción antártica argentina; d) Elaboración de un decreto obligando a que los mapas confeccionados en el país incluyeran la jurisdicción argentina en la Antártida; e) Acción diplomática para llegar a un acuerdo con aquellos países que pretendían derechos en la zona reclamada por la República Argentina; y f) Formación de una conciencia antártica nacional mediante la propaganda directa. 

El 2 de septiembre de 1946, el decreto N°8944,  fijó los límites para la Antártida Argentina entre los meridianos 25° y 74°O y el paralelo 60°S, estableciendo entonces la ampliación definitiva del territorio argentino, representados por los mapas editados por el Instituto Geográfico Militar, agregándose en recuadros separados las islas Argentinas: el archipiélago Melchior, islas Orcadas del Sur, las islas Sandwich del Sur, la isla Decepción e islas Shetland del Sur. Los accidentes geográficos llevaron toponimia argentina para diferenciarlos de las cartas extranjeras, así la toponimia de la isla 25 de Mayo reemplazó a la denominación inglesa “King George” y la Tierra de San Martín reemplazó, en los mapas argentinos, a la denominación “Graham ́s Land”. (Ahumada, 2010).

Un año después, la Comisión editó un documento específico para las Islas Malvinas y el Sector Antártico Argentino, junto con la reivindicación de la Antártida Argentina y sus antecedentes, se narraba el reclamo sobre las Islas Malvinas recogiendo en el relato los eventos que llevaron a la ocupación británica, marcando oficialmente los límites y superficies del sector argentino, diferenciando los casos de las Malvinas y la Antártida. La Argentina se negaba a tratar las áreas conjuntamente como lo planteaba el Reino Unido, rechazando además la propuesta de ese país de acudir a la Corte Internacional de Justicia. No obstante, cabe recordar que la Argentina había sugerido la convocatoria a una reunión plenaria en Buenos Aires con todos los países reclamantes. En este nuevo documento se deja constancia de los acuerdos con la República de Chile firmados el 12 de junio de 1947 destinados a alcanzar un consenso definitivo sobre la “Antártida Sudamericana”, toponimia oportuna a los intereses bilaterales que sería luego reproducida en otros textos e imágenes estatales. (Cicalese y Pereyra, 2018)

En un escenario marcado por los conflictos de la posguerra, la presencia de toda la flota argentina enviada por Perón aumenta las tensiones con el Reino Unido y las demostraciones de fuerza de ambas naciones persisten durante 1947 y 1948, por la disputa de la soberanía antártica. 

Es importante mencionar que, como sostiene Cicalese (2018), la Antártida era un espacio prometedor en términos de recursos naturales a partir de la evidencia de la industria ballenera y foquera de fines del siglo XIX y especialmente llamaba la atención su potencial de explotaciones hidrocarburíferas, prioridad de la política estatal en cuanto a soberanía energética.

Aún así, Perón sostenía la importancia del desarrollo científico y la no militarización del área. Perón tenía programada su visita a la Antártida para la temporada estival de 1955-1956 para seguir delineando los avances en la materia polar junto a Pujato; lamentablemente lo que podría haber sido la primera visita de un presidente argentino al territorio de la Península Antártica en la historia, se vió frustrado por el golpe de Estado que el gobierno peronista sufrió en septiembre de 1955. 

El rol fundamental de Hernán Pujato en la construcción de la soberanía

Existe un hecho de suma relevancia para la política antártica peronista, y es la incorporación a la gestión antártica de Hernán Pujato, coronel del ejército argentino, quien se desempeñaba como agregado militar en la embajada de Bolivia, cuando con la llegada del presidente Juan Domingo Perón a dicho país vecino, se le presenta la oportunidad de entrevitarse con él y comentarle sus ambiciosos proyectos respecto del accionar argentino en el continente blanco: el coronel Pujato era un fanático declarado de la cuestión antártica.

En la cena de la embajada, consigue comentarle a Eva Duarte de Perón sus planes en Antártida, que incluían la instalación de bases, la creación de un instituto que garantice el refuerzo y desarrollo de la ciencia, la necesidad de una embarcación específica para visitar el Mar de Weddell, entre otros.  En el viaje de regreso a Argentina, la primera dama refuerza el pedido de Pujato a Perón: hacer de Antártida una política central en materia no sólo de relaciones internacionales, sino también acercar la idea del continente blanco a la ciudadanía con políticas de estado que reafirmaran la construcción de una identidad polar. 

La visita del matrimonio presidencial a Bolivia tuvo sus frutos en los anhelos del coronel Pujato, ya que fue comisionado a Estados Unidos (Alaska) y Dinamarca (Groenlandia) para adquirir experiencia en latitudes extremas y tres años después, en un intrincado acuerdo de ministros, se aprobó un plan antártico que Pujato tendría la responsabilidad de poner en marcha -aún con parte de las Fuerzas Armadas intentando obstaculizar su empresa- el 12 de febrero de 1951, partió de Buenos Aires como líder de la Primera Expedición Científica a la Antártida Continental. Treinta y siete días más tarde, junto a una dotación de siete personas, izó por primera vez la bandera nacional al sur del círculo polar antártico al inaugurar la Base General San Martín. 

Es interesante resaltar la analogía que solía hacer Pujato cuando se tomaba a la ligera su compromiso con la soberanía argentina en Antártida: “Si yo tengo una casa con un fondo largo y nunca llegue hasta esa tapia, el día de mañana entrará cualquiera y me negará que sea mía” (Fontana, 2014).

De regreso a Buenos Aires, se convirtió en el primer director del Instituto Antártico Argentino, creado por Perón en abril del mismo año. Cabe destacar que este organismo fue el primero en el mundo con la característica de dedicarse plenamente a la cuestión antártica.  

En 1952 asignó al capitán Jorge Edgardo Leal la misión de fundar la base Esperanza en el norte de la península donde proyectaba -a futuro- asentar una población permanente.

Construyendo soberanía a través de la educación geográfica

La ciudadanía de los años 40’s apenas había escuchado sobre Antártida en el relato histórico oficial, ya que desde la hazaña de la corbeta Uruguay y la toma de posesión de la base en Orcadas del Sur a principios de siglo, no hubo prácticamente difusión sobre los hechos relevantes para la historia argentina en el continente blanco. 

A partir de esto, el gobierno peronista retomó no sólo las acciones y reclamos en el plano internacional, sino que también llevó adelante una serie de medidas tendientes a incorporar el relato antártico a nivel educativo y cultural, con importantes implicancias en la concepción geográfica de la Nueva Argentina, lo que anticipó Perón en sus notas preliminares de la publicación de la Comisión Nacional del Antártico de 1947 al sostener: “El magno asunto de la Antártida tiene una sola directiva: defender la soberanía de la República y acreditar ante el mundo, los derechos imprescriptibles de la zona discutida.” 

A partir de esta necesidad de generar un relato nacional, comienza a llamarse definitivamente a esa región austral como Sector Antártico Argentino en la cartografía y toponimia geográfica. Autores como Cicalese y Pereyra (2018) mencionan otro topónimo: “que no tuvo mucha vigencia ni divulgación: Argentártida”, y sostienen que “ no logró imponerse con el transcurso del tiempo; de hecho, hoy es inusual y sólo subsiste de manera confusa a duras penas en escasas enciclopedias”.

Distintas herramientas de difusión gráfica tales como imágenes, infografías, material cartográfico escolar, e incluso la escala geográfica elegida para demostrar la cercanía con el territorio continental argentino en los mapas, fueron necesarias para consolidar la rectificación de la toponimia a nivel internacional. (Cicalese y Pereyra, 2018)

Resulta imperioso destacar la reflexión que realiza Cicalese (2018) respecto del proceso de designación de nombres al Sector Antártico: “Lo que fue en principio una invención imaginaria unilateral de las naciones de nuevos espacios soberanos, fue ganando consenso hasta convertirse por el imperio de normas consensuadas en espacios reales de soberanía.

Derrocamiento de Perón y el Año Geofísico Internacional

Luego del golpe de Estado de 1955, el gobierno de facto prioriza otras cuestiones y disminuye relativamente el interés del desarrollo científico en el Sector Antártico Argentino, como así también reclamos soberanos: desde las Fuerzas Armadas consideraban fundamental no vulnerar la relación frágil y tensa del escenario global, donde la reivindicación de los nacionalismos podría poner en peligro el avance de los acuerdos internacionales en torno al continente blanco. 

A partir de la convocatoria en el marco del Año Geofísico Internacional (AGI) a desarrollarse entre 1957 y 1958, se refuerza el papel protagónico de Argentina en el continente blanco, ya que participa junto a los otros seis  países con reclamos sobre el continente -Australia, Chile, Francia, Gran Bretaña, Nueva Zelandia y Noruega- que fueron acompañados en las investigaciones por otras cinco naciones: la Unión Soviética, los Estados Unidos, Bélgica, Japón y Sudáfrica. Estos doce países participaron en el AGI motivados por intereses científicos y también políticos, lo que explica la participación de dos potencias fuertemente enfrentadas en el marco de la Guerra Fría, que no querían permanecer ajenas a la cuestión, por más de que eso significaba trabajar coordinadamente. (Howkins, 2008).

El objetivo del AGI era claro: investigación científica y cooperación internacional, lo que dejaba a la competencia internacional en un plano más bien implícito. En el caso argentino, determinados avances realizados en la toponimia de la Península Antártica gracias a las políticas peronistas, fueron desestimados por el gobierno de facto, que prefirió prevalecer las designaciones británicas de determinados sitios.

El Sistema del Tratado Antártico:  la garantía de paz y la cooperación internacional

En 1959 y como resultado del AGI, los doce países que trabajaron en los estudios antárticos firmaron el Tratado Antártico, una declaración de cooperación internacional sin precedentes. Dicho tratado establecía que la Antártida es un continente consagrado a la paz, la investigación científica y la cooperación internacional. Argentina sostuvo entonces los principios políticos que fijó para la fundación de la base Orcadas: el apoyo a expediciones internacionales y la no militarización de la zona.

Por su parte, Eugenio Genést (2001) identifica que ya desde los años ´40 “tanto Argentina como Chile lograron establecer a través de Declaraciones Conjuntas, un esquema de trabajo, en defensa de sus propios intereses y sobre todo, de limitar el accionar de países de fuera de la región americana en sus proyectos sobre la Antártida Sudamericana”.

Al momento de las negociaciones del Tratado Antártico era necesario resolver algunas cuestiones trascendentales, como el equilibrio en los reclamos de soberanía entre aquellos países que tenían reclamos históricos desde el siglo XIX y aquellos que se incorporaron a la investigación en el continente blanco recién a partir del AGI. Para esto, se determinó en el IV artículo del Tratado el siguiente texto: 

“Nada de lo contenido en el presente Tratado debe ser interpretado como: (a) una renuncia, por cualquiera de las partes contratantes, a derechos adquiridos previamente o a reclamaciones de soberanía territorial en la Antártida.”

Protagonismo silencioso: la falta de registro internacional de la toponimia argentina

En la toponimia internacional de Antártida se han receptado pocos nombres hispanos o argentinos. Mayoritariamente, fueron los marinos británicos quienes fijaron gran parte de la toponimia antártica, aún modificando nombres originalmente hispánicos como ocurrió con las “islas San Pedro” que casi veinte años más tarde de su descubrimiento por Gregorio Jerez del navío español “León”, fueron “rebautizadas” por James Cook “islas Georgia” en honor al monarca inglés. Esto se repite con los descubrimientos de Pujato, meses después visitados por los expedicionarios de la Base Shackleton quienes los “rebautizaron” con nombres británicos.

La República Argentina, pese a tener una presencia permanente en la Antártida desde 1904 no ha logrado internacionalmente que se acepte la mayoría de sus topónimos, mientras que hemos observado lo opuesto en el caso de las potencias occidentales como Estados Unidos y Gran Bretaña, que han definido coordinar los topónimos de sus respectivos países, en muchos casos en detrimento de los nombres argentinos. Aún la República de Chile ha preferido los nombres sugeridos por los organismos oficiales de cartografía de estos países en detrimento de los principios de aquella anhelada Antártida Sudamericana. 

La toponimia antártica en la actualidad

Para el caso específico de la Antártida, durante muchos años diversas situaciones imposibilitaron la adopción de un sistema uniforme para los nombres geográficos antárticos, en este sentido, Morandi (2013) sostiene la necesidad imperiosa de “minimizar la confusión y la ambigüedad en el uso internacional de los nombres geográficos antárticos”. Existen maneras de unificar criterios toponímicos, como por ejemplo, evitar la traducción innecesaria de mapas, como también la multiplicidad de nombres para el mismo accidente geográfico. “Los nombres geográficos antárticos son elementos de identificación, orientación, localización y navegación, que proporcionan un sistema de referencia esencial para las operaciones logísticas y la investigación científica internacional. Ellos facilitan el intercambio de información en el campo, en las publicaciones científicas y en las medidas de administración del Sistema del Tratado Antártico.” (…) “La designación múltiple, no intencional de nombres y la traducción errónea son males que deben erradicarse” sostiene la autora. 

Resulta de interés entonces prestar atención al esfuerzo impulsado por el SCAR, que en 1992 encargó a Italia el desafío de compilar el diccionario geográfico de la Antártida, oficialmente denominado Composite Gazetteer of Antarctica (CGA). Al mismo tiempo, el SCAR encargó a Alemania la tarea de preparar las directrices toponímicas que definirían la selección de nombres. En la reunión del Comité de marzo de 1998, realizada en Concepción (Chile), y luego de un extenso trabajo, se presentó la primera edición, que sumaba un total de 555 páginas divididas en 2 volúmenes. 

Luego de 22 años, hoy el CGA lista 37.274 nombres correspondientes a 19.257 accidentes geográficos, por lo que podría decirse que el objetivo de ordenamiento planteado por Morandi (2013) anteriormente, no se cumpliría en términos ideales. Aún con la multiplicidad de nombres, la actual organización es la evidencia de una red de colaboración internacional digna de llamarse parte del Sistema del Tratado Antártico (STA): mientras “jerárquicamente” se enmarca en un comité del SCAR, a saber, el Comité Permanente de Información Geográfica Antártica (SCAGI por sus siglas en inglés), la base de datos continúa bajo la gestión de personal del Programma Nazionale di Ricerche in Antartide italiano, como en el momento de su asignación en 1992 -aunque desde el 2008 la base de datos online se encuentra alojada en el Australian Antarctic Data Centre del Departamento de Medio Ambiente australiano-.

Como ejemplo ilustrativo, es relevante destacar la particularidad del STA como herramienta dinámica de acuerdo y negociación entre los estados involucrados, que de una manera exitosa consigue prevalecer el objetivo fundacional en detrimento de las competencias de las potencias mundiales, donde se puede distinguir un fenómeno sin precedentes en el ámbito internacional, como es la multiplicidad de nombres que conviven simultáneamente en la Península Antártica.

La Península Antártica es la mayor península del Continente Antártico y tiene un nombre diferente según qué país reclama su soberanía: para la República Argentina se denomina Tierra de San Martín; para Chile es la Tierra de O’Higgins, para los países de comunidad Británica, Tierra de Graham; para los Estados Unidos, Tierra de Palmer. Lo curioso es que a partir del año 1964, mediante un acuerdo entre los organismos responsables de la toponimia antártica de los Estados Unidos (el US ACAN) y del Reino Unido (el UK APC) decidieron aprobar y mantener el nombre de Península Antártica para denominar la mayor península del Continente, y los nombres de Tierra de Graham y Tierra de Palmer, para designar las porciones norte y sur de la Península. Por su parte la República Argentina y Chile, si bien utilizan la designación de Península Antártica, mantienen el nombre de Tierra de San Martín y Tierra de O’Higgins, respectivamente, para las Tierras de la Península. (Biangardi Delgado, 2014)

Pequeños pasos hacia el ejercicio soberano en el Sector Antártico: el mapa bicontinental 

Para continuación del legado de Perón y Pujato, el mapa bicontinental de la República  Argentina volvió a implementarse en 2010 gracias a  la ley 26.651 que estableció la obligatoriedad de utilizar en todos los niveles y modalidades del sistema educativo y su exhibición pública en todos los organismos nacionales y provinciales el mapa bicontinental de la República Argentina, denominado así por representar en la misma escala el territorio efectivamente soberano y el sector antártico reclamado por el Estado. 

El mapa fue confeccionado por el ex Instituto Geográfico Militar -actualmente Instituto Geográfico Nacional- con el propósito de reflejar el territorio nacional en su real extensión y mostrar la relación entre el sector continental, insular y antártico en su real proporción. El uso obligatorio del mapa en todos los niveles educativos fue considerado imprescindible en virtud de “la importancia y trascendencia histórica y geopolítica que tiene la región para nuestra Nación”.

Cabe destacar que esta actualización cartográfica y la intención de instalar una nueva imagen del territorio nacional -sustituyendo la que presenta el sector antártico en un recuadro a la derecha del mapa y en una escala mayor- resulta específicamente relevante para la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, puesto que termina quedando ubicada prácticamente en el centro del mapa de la República Argentina. La decisión de promover un cambio en el imaginario geográfico nacional incide particularmente en las representaciones del territorio provincial y, por tanto, en la construcción de su identidad (de Lasa y Luiz, 2014).

Perspectiva de género en la toponimia

Al igual que en el territorio continental argentino, en el Sector Antártico han prevalecido nombres masculinos para la toponimia desde su incorporación a la República Argentina. En los pocos casos donde existen nombres femeninos están vinculados a vírgenes, santas o son en honor a esposas de personajes masculinos relevantes. 

Hasta el año 2018 no existían nombramientos en el Sector Antártico que destacaran el rol de las mujeres en el accionar de la ciencia argentina, por eso resulta determinante la mención de la incorporación de cuatro topónimos femeninos en el continente blanco en el marco de la conmemoración del 50 aniversario de la campaña a la base Melchior, en la que por primera vez científicas argentinas realizaron trabajo de campo en la Antártida.

El grupo de científicas estaba compuesto por la profesora Irene Bernasconi, la más destacada especialista del país en equinodermos (estrellas de mar); María Adela Caría, bacterióloga, jefa de microbiología del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) y miembro de carrera de Investigador en el CONICET; Elena Martínez Fontes, jefa de la Sección Invertebrados Marinos del MACN y la Licenciada Carmen Pujals, reconocida ficóloga (especialista en algas marinas) de amplia trayectoria. Aunque los resultados científicos fueron muy relevantes, lo más significativo fue abrir paso para las mujeres argentinas en el continente blanco, demostrando que podían adaptarse a la hostilidad del clima a la par de sus compañeros varones. 

En el Día Internacional de la Mujer en 2018, la Dirección Nacional del Antártico, el Instituto Antártico Argentino y el Servicio de Hidrografía Naval les rindieron tributo incorporando sus nombres a la cartografía antártica argentina: Ensenada Pujals, Cabo Caría, Cabo Fontes y Ensenada Bernasconi. Los cuatro topónimos se encuentran en el extremo sureste de la Península Jasón, que nace de la Península Antártica en el Mar de Weddell.

Conclusiones

Nombrar es también una forma de escribir la historia. En el caso de Argentina, los esfuerzos por el desarrollo de la política antártica significaron que en la actualidad sea el país con mayor trayectoria ininterrumpida y la mayor cantidad de bases en todo el territorio antártico: 13 instalaciones, de las cuales 6 son permanentes. Aún en este escenario, al país no se le ha hecho fácil sostener su toponimia frente al avance de otros países como Estados Unidos o Gran Bretaña, los cuales imponen su relato en el resto de las cartografías del mundo.

Esto puede vincularse con el marco establecido en el STA, donde pareciera ubicarse en un segundo plano la disputa por la nomenclatura, ya que lo más importante y primordial es el desarrollo de la colaboración científica y la cooperación institucional -amibot en el que Argentina tiene muy buena reputación en términos internacionales- y lo atinente a la toponimia queda en manos del SCAGI. 

Sería interesante entonces proponer mayor difusión de la toponimia argentina en el ámbito doméstico, para fomentar una construcción de la ciudadanía desde un relato identitario que potencie la réplica de los nombres pertinentes en la producción académica, científica y periodística de nuestro país. 

El último subtítulo de este trabajo intenta incorporar otra cuestión pertinente a la toponimia y a la construcción de la imagen que se tiene sobre aquello que se nombra o que, en este caso tiende a ser omitido: la participación de mujeres en hechos relevantes de la historia argentina. 

Entendiendo que a nivel internacional la cuestión de la discusión sobre la nomenclatura tiene un ámbito de encuentro y revisión, resulta fundamental revisar entonces la toponimia doméstica del territorio para actualizarla y verificar si también en el relato, se pueden aportar herramientas para la generación de una sociedad más igualitaria y representativa y sobretodo, con memoria. 

Bibliografía:

HOWKINS, Adrian J., “Más allá del heroísmo: la historia antártica bajo las sombras de Amundsen,  Scott  y  Shackleton”,  en  ISTOR,  Revista  Internacional  de  Historia, (Invierno 2009. Vol. 10. N° 39), pp. 3-26.

HOWKINS, Adrian J.,“Reluctant Collaborators: Argentina and Chile in Antarctica During the Igy,” Journal of Historical Geography 34, 2008.

SENATORE, María  Ximena,  “Antártida  como  narrativa”,  en  Vestigios  – Revista Latinoamericana de Arqueología Histórica, Vol. 5, N˚ 2 (Julio-Dic. 2011). pp. 161- 184

COMISIÓN NACIONAL DEL ANTÁRTICO: “Soberanía argentina en la Antártida. Nota preliminar del presidente J. D. Perón” (Buenos Aires: MRECIC, 1947). 

CICALESE G. Y PEREYRA L. “La invención cultural de un territorio nacional imaginado, 1938-1961. Exploradores, útiles escolares, mapas, estampillas, noticiosos y taxidermia para la creación de la Argentártida”. Universidad Nacional de Mar del Plata, 2018. Disponible en http://nulan.mdp.edu.ar/3054/ 

AHUMADA, B. “El traspaso del observatorio de las Islas Orcadas del Sur a la Marina Argentina” Armada de República  Argentina, Departamento de Estudios Históricos Navales, 2010.

de LASA, Luis y LUIZ, Maria T., “Ciencia y ficción en los mapas territoriales. La identidad territorial de Tierra del Fuego en su relación con Antártida y el Atlántico Sur”, en Revista Sociedad Fueguina. (Núm. 04. Año 02. Agosto de 2014) Instituto de Cultura Sociedad y Estado, Universidad Nacional de Tierra del Fuego AIAS. pp. 12-28.

BIANGARDI DELGADO, C. “Hacia una política antártica nacional con consenso sudamericano” Número 1 de Serie Investigaciones, Universidad Nacional de La Plata, Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, 1994.

MORANDI, María C., Antártida y su normalización toponímica. Contribución del Servicio de Hidrografía Naval (SHN) Boletín del Centro Naval Número 836 MAY / AGO 2013.

FONTANA, Pablo, La pugna antártica: el conflicto por el sexto continente (Buenos Aires: Guazuvirá Ediciones, 2014), partes: V. Contraofensiva, VI. La guerra silenciosa y VII. Armisticio, páginas: 170-302. 

GENEST, Eugenio A., Antártida Sudamericana: Aportes para su comprensión (Buenos Aires, Instituto Antártico Argentino, Dirección Nacional del Antártico, 2001). 

GENEST, Eugenio A., La Antártida Argentina en la Década del Cincuenta (Buenos Aires: Honorable Senado de la Nación, 1998). Instituto Antártico Argentino, Expedición científica a la Antártida: Sus actividades y resultados (Buenos Aires: Ministerio de Defensa, 1954). 

Referencias

Biografía del alférez José María Sobral disponible en: http://www.marambio.aq/alferezsobral.html

Bases Antárticas Argentinas, consultado el 28/9/2021. https://cancilleria.gob.ar/es/iniciativas/dna/antartida-argentina/bases

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