Análisis del uso del Deporte como vehículo para la construcción de Paz: El rol del Comité Olímpico Internacional

Por Tomás Alfredo Seré

Abstract:

El presente trabajo hace eco de un campo de estudio que se encuentra en pleno desarrollo a nivel internacional pero que, hasta el momento, tuvo una atención cuasi nula en el ámbito del habla hispana: el uso del deporte como una herramienta de transformación social (Deporte para el Desarrollo y la Paz). Con esta lógica, y en la búsqueda de abrir el juego a una nueva línea de investigación, se describe cómo las actividades deportivas pueden ser intencionalmente utilizadas como un vehículo para la construcción de paz. En particular, se detalla la posición del Comité Olímpico Internacional al respecto y se analiza cuáles de sus proyectos se vinculan con esta estrategia.

 

Introducción

En el año 2000, durante la ceremonia inaugural de los Premios Laureus del Deporte Mundial, Nelson Mandela afirmó: “El deporte tiene el poder de cambiar el mundo. Tiene el poder de inspirar, de unir a la gente como pocas otras cosas lo hacen. Habla a los jóvenes en un lenguaje que entienden. El deporte puede crear esperanza donde antes sólo había desesperación. Es más poderoso que los gobiernos para derribar barreras raciales. Se ríe en la cara de todo tipo de discriminación” (Mandela, 2000). Tal como relata el periodista John Carlin en su libro “El Factor Humano”, Mandela ya había hecho eco de sus propias palabras algunos años atrás, cuando en 1995 utilizó al Mundial de Rugby en Sudáfrica como una herramienta para edificar las bases de la reconciliación nacional. En aquel entonces, los “Springboks”, el seleccionado sudafricano de rugby, lograron establecerse como un símbolo de unión para un pueblo que, a pesar de sus divisiones, supo mancomunarse para festejar sus victorias1 (Carlin, 2010).

En esta línea, en la actualidad, el uso del deporte como instrumento para alcanzar un cambio social es una política promovida por diversos actores a nivel mundial, como el Comité Olímpico Internacional (COI), la FIFA y la ONU. Se trata, en efecto, de una estrategia conjunta denominada “Deporte para el Desarrollo y la Paz” (SDP, por sus siglas en inglés), que es trabajada en paralelo por investigadores universitarios, ONGs, federaciones deportivas y el sector privado, bajo la premisa de utilizar el valor del deporte para abordar problemáticas de igualdad y derechos humanos.

Cabe destacar, no obstante, que la idea de emplear al deporte para promover la paz no es nueva. De hecho, hay que trasladarse a la Grecia Antigua y al siglo IV a.C. para remontarse a la tradición de la “Tregua Olímpica”, o “Ekecheiria”, destinada a detener temporalmente la guerra entre las ciudades-estado del Peloponeso durante la celebración de los antiguos Juegos Olímpicos. De esta manera, gracias al acuerdo entre los reyes de Elis, Pisa y Esparta, cesaba el conflicto para que espectadores, atletas, artistas y sus familias pudieran viajar a las competencias y regresar a sus lugares de origen con total seguridad (Comité Olímpico Internacional, 2009). Bajo el mismo criterio, otro ejemplo del carácter conciliador del deporte es la famosa Tregua de la Navidad de 1914, durante la Primera Guerra Mundial, cuando las tropas combatientes alemanas e inglesas detuvieron el fuego para jugar un partido de fútbol (Cárdenas, 2013).

Sin embargo, aun con la relevancia de los casos anteriormente mencionados y un desarrollo incipiente a nivel internacional del estudio del Deporte para el Desarrollo y la Paz, la investigación académica hispana hasta el momento no incursionó de gran manera en este campo de conocimiento (Sudgen et al., 2009). Con esta lógica, y en la búsqueda de abrir el juego a la literatura española, el siguiente trabajo propone describir cómo el deporte puede funcionar como una herramienta para la construcción de paz en las diversas sociedades. Para ello, en una primera aproximación, se seguirá la línea de la mayoría de los textos realizados hasta el momento, que se centra en el análisis y mapeo de casos concretos de acción. Tras un necesario acercamiento al marco teórico para la comprensión del fenómeno y de qué casos le son aplicables, se describirá el trabajo del Comité Olímpico Internacional al respecto y algunos de los proyectos ligados al establecimiento de paz que surgieron de sus diversas iniciativas. 

 

¿Qué es el Deporte para el Desarrollo y la Paz (SDP)?

De acuerdo al Grupo Internacional de Trabajo sobre el Deporte para el Desarrollo y la Paz (SDPIWG), en el marco de su respectiva oficina de la ONU, el SDP “se refiere al uso intencionado del deporte, la actividad física y el simple juego para alcanzar objetivos específicos de desarrollo y paz, entre los que destacan, los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU” (IWG, 2008, p.1). Con ello, cuando se habla de deporte, se incluye a “todas las formas de actividad que contribuyen a la buena forma física, al bienestar mental y a la interacción social, como el juego, la recreación, el deporte organizado o competitivo y los deportes autóctonos” (IWG, 2008, p.2). 

Las mencionadas definiciones son, a su vez, las generalmente aceptadas en el campo de la investigación y las reiteradamente utilizadas por los autores relacionados con la temática (Cárdenas, 2013). De alguna manera, el sentido que se esconde detrás de las definiciones es que el deporte posee atributos únicos para el abordaje de un amplio abanico de cuestiones sociales, como la igualdad de género, la consolidación de la paz y la resolución de conflictos, la inclusión social, la no discriminación, la delincuencia y la violencia, el racismo, la salud y el bienestar, la desigualdad social y la educación sanitaria (Kidd, 2008). En este sentido, más allá de su popularidad mundial y de su condición de romper barreras culturales, se hace énfasis en ciertas características singulares del deporte como: la universalidad de su idioma, su habilidad para conectar a la gente, su potencialidad para inspirar y motivar y su capacidad para divergir conductas violentas.

Bajo dicho abordaje, según Gadais, las actuales líneas investigación se dividen en cuatro perspectivas: estudios microsociológicos sobre los atributos positivos del SDP; estudios exploratorios de campo; estudios sobre la gestión y evaluación de los programas; revisión de la bibliografía y mapeo de proyectos (Gadais, 2019). A partir del trabajo en el último de los campos, se conoce, por ejemplo, que son en la actualidad 955 las organizaciones que trabajan en el ámbito del deporte para el desarrollo y la paz y que la mayoría de ellas se llevan adelante en África y utilizan al fútbol como vehículo (Svensson et. Al, 2017). Asimismo, desde la revisión teórica, el texto de Schulenkorf et al. ofrece una imagen completa de las temáticas tratadas por el sector, entre las que se destacan el deporte y la educación, el deporte y la salud y, por supuesto, el deporte y la paz (Schulenkorf et. al, 2016).

 

El deporte como vehículo para la construcción de Paz

Es evidente que el deporte por sí solo no puede prevenir los conflictos ni construir una paz duradera. Sin embargo, es un instrumento que ayuda a crear un sentimiento de identidad compartida entre grupos que, de otro modo, podrían verse como hostiles enemigos. Aunque el número de evaluaciones que analizan el rol del deporte en la resolución de conflictos y la construcción de paz es realmente muy limitado (Sudgen et al., 2009), como marca Woodhouse, “hay diferentes ejemplos en los que el deporte se ha considerado una actividad que tiende puentes y una alternativa a la violencia y al conflicto destructivo” (Woodhouse, 2010, p.496). Con esa base, el proceso holístico de construcción de la paz incluye cinco ejes claves sobre los que se evidenció una posibilidad de influencia concreta del deporte. Se trata de: promover la inclusión social, proporcionar un respiro en periodos de conflicto, crear confianza y tender puentes entre grupos en disputa, perpetuar la paz en situaciones post conflicto y fomentar la cultura de la paz (IWG, 2008). 

Promover la inclusión social. El deporte puede ayudar a reducir las tensiones sociales al abrazar a los grupos socialmente excluidos. En efecto, las prácticas deportivas son un elemento esencial para reconstruir la autoconfianza y la autoestima de los individuos. Además, al ofrecer una vía alternativa, reducen una posible vulnerabilidad hacia caminos como la drogadicción o la violencia. Este propósito se liga directamente con la idea de que para estar en paz con la sociedad, primero es necesario estar en paz con uno mismo (Höglund, K et al., 2008). En este sentido, se destaca, por citar un caso, el proyecto argentino de “Los Espartanos”, que a través del rugby busca facilitar la reinserción en la sociedad de personas privadas de libertad (Fundación Espartanos, s.f.).

Proporcionar un respiro en periodos de conflicto. Sin dudas, el deporte puede proporcionar una ventana de posibilidad para la ayuda temporal y el socorro humanitario a civiles en periodos de conflicto. Así lo describen Koopmans y Doidge en su reciente análisis sobre el rol del fútbol en campos de refugiados en Uganda: “El juego es capaz de abrir un mundo imaginario que puede contribuir a divertirse y relajarse, ayudando a los jóvenes de los asentamientos a dejar de preocuparse por el pasado o el futuro y vivir plenamente en el presente” (Koopmans et al., 2022, p.546). Muy similar fue lo acontecido en Sierra Leona durante la guerra civil, cuando un festival de fútbol en la región de Bo fue una de las pocas actividades que logró proporcionar una sensación de normalidad durante el conflicto. Como narra Van der Niet, el fútbol tuvo el poder de literalmente detener la guerra -aunque solo momentáneamente- (Van der Niet, 2010).

Tender puentes entre grupos en disputa: es decir, utilizar a las prácticas deportivas como un vehículo para reconstruir las relaciones entre antiguos enemigos que probablemente fueron, al mismo tiempo, víctimas y victimarios. En otras palabras, hacer funcionar al deporte como una herramienta para calmar la hostilidad y las tensiones sociales, al facilitar la reconciliación de las partes en pugna y acercarse al máximo a un sentido de “seguridad” y “normalidad” (Borsani, 2009). Por ejemplo, en diversos países africanos, como Sierra Leona, se crearon torneos de fútbol en los que los distintos grupos étnicos se mezclan en los equipos, con el fin de reducir los conflictos intertribales y fomentar un sentimiento de identidad nacional frente a la rivalidad (Lea-Howarth, 2006). Por otra parte, el proyecto Open Fun Schools es otro claro modelo, ya que se ocupa de fomentar la socialización entre antiguas comunidades antagónicas de Bosnia y Herzegovina, al reunir a miles de niños de comunidades antaño enfrentadas para jugar juntos al fútbol (Gasser y Levinsen, 2004). De la misma manera, el caso anteriormente expuesto del Mundial de Rugby de Sudáfrica 1995 es una evidente ilustración del fenómeno.

Perpetuar la paz en situaciones post conflicto: el deporte proporciona una herramienta muy importante a la hora de re-humanizar a las sociedades luego de períodos de conflicto y violencia. Las experiencias deportivas compartidas hacen que los participantes se sientan cada vez más iguales, en lugar de diferentes, lo que ayuda a fomentar la empatía y a borrar los efectos traumáticos. Un buen testimonio de ello se articuló en Sri Lanka, donde el críquet, el deporte más popular del país, fue central para rehabilitar a cientos de niños víctimas del conflicto interno a través del programa Cricket for Change (Cricket for Change, s.f.). Asimismo, la FIFA desempeña un papel fundamental en la financiación y reconstrucción de instalaciones deportivas en regiones afectadas por conflictos y violencia, tal como lo hizo con un campo de fútbol bombardeado en Gaza (Cárdenas, 2013).

Fomentar una cultura de Paz: el deporte se configura también como una especie de “rompe hielo”, al ofrecer espacios de educación que de otra manera no hubieran existido. Sobre esa premisa trabaja en Israel y Jordania la organización Football for Peace, con proyectos que buscan fomentar el contacto social más allá de las fronteras comunitarias y, en paralelo, enseñar a los participantes sobre la posibilidad y los beneficios de una coexistencia pacífica (Sugden, 2008). A su vez, en Colombia, el esfuerzo conjunto de diversos proyectos como “Red de Fútbol y Paz”, “Colombianitos” y “Tiempo de Juego” contribuye a la consolidación de la paz, al crear espacios en los que ciudadanos en situación de marginalidad pueden desarrollar un plan de vida lejos de la ilegalidad (Cárdenas, 2016).

 

El Rol del Comité Olímpico Internacional (COI)

Como ya se mencionó en la introducción, la idea del Deporte para el Desarrollo y la Paz no es para nada nueva. Paradójicamente, aún antes de la existencia del COI, el fenómeno del SDP ya había tendido relación con los antiguos Juegos Olímpicos2 . Por su puesto, durante la creación del Comité Olímpico en 1894, la intención de su fundador, Pierre de Coubertin, fue la de mantener latente ese legado. “Sigo convencido de que el deporte es uno de los elementos más contundentes para la creación de paz y confío en su acción futura”, declaró De Coubertin al respecto (de Coubertin, 1894). Muchos años luego, en el presente, la intención del COI continúa siendo la misma: entender al deporte como una herramienta de lenguaje universal, útil para promover la paz, la tolerancia y el entendimiento más allá de las fronteras y las culturas (COI, 2020). Tan intacto se encuentra ese legado que, más de 100 años después, en el 2023, el presidente Thomas Bach expresó que “el objetivo común de la ONU y el COI es hacer del mundo un lugar mejor, lo que significa poner al deporte al servicio del desarrollo pacífico de la humanidad” (Bach, 2022).

A la hora de trasladar dichas declaraciones en hechos, se identifican ciertas hazañas dentro de la amplia carta de acciones llevadas adelante por el COI. Entre ellas, como esgrime el especialista Alan Abrahamson, uno de los momentos más destacables se dio durante la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Invierno de PyeongChang 2018, cuando las delegaciones de Corea del Norte y Corea del Sur entraron al estadio unidas. Se trató, sin dudas, de un símbolo de esperanza, de paz y de fe en que el deporte podría contribuir a disuadir una confrontación geopolítica con riesgo de catástrofe nuclear (Abrahamson, 2023). En efecto, dicha escena, sumada a que los que equipos femeninos de hockey sobre hielo de Corea del Norte y Corea del Sur compitieron juntos, constituyó un vívido ejemplo del objetivo al que aspira el Movimiento Olímpico: que el deporte pueda mover a nuestro mundo hacia la paz (COI, 2020).

De todas maneras, es importante recalcar que el trabajo más intenso del COI se encuentra a menudo en las bases, muy lejos de los focos. Y es allí donde reside el verdadero potencial del Olimpismo, en el efecto transmitido diariamente de persona a persona en cada uno de los proyectos. En palabras de la página del propio COI, “el cambio que ocurre cuando alguien comprende que en un partido de fútbol las reglas son las mismas para todo del mundo y que los del otro equipo no son enemigos, sino competidores. Allí es donde empieza todo, y cuando empieza, una persona puede transmitir esa comprensión a otra, y luego a otra y a otra, y así sucesivamente. El verdadero cambio es de uno a uno” (Abrahamson, 2023).

Con esta perspectiva, más allá de los programas de difusión masiva como la Tregua Olímpica3 , el COI fomenta desde las bases un sinfín de proyectos que siguen la lógica de utilizar al deporte como un vehículo para el desarrollo y la paz. Por ejemplo, en 2007 el Movimiento Olímpico inició el programa “Deporte para la Esperanza” con el objetivo de promover el deporte, la educación y el desarrollo social en países marginados. En el marco de esta iniciativa, se construyó en Zambia el Centro Polideportivo de Desarrollo de la Juventud Olímpica y, en 2010, luego del terremoto que azotó a Haití, se proporcionó ayuda para reconstruir las infraestructuras deportivas del país como parte del proceso de reedificación de la nación (COI, s.f.). Por otra parte, en 2017, el COI lanzó la Fundación Olímpica para Refugiados bajo el compromiso de apoyar los 365 días del año la protección, el desarrollo y la prosperidad de refugiados y desplazados. Su objetivo es luchar por una sociedad en la que, a través del deporte, se derriben las barreras y todos puedan pertenecer y prosperar. Desde su creación, la Fundación ya diagramó 12 programas en ocho países4 y la intención es que para 2024 se pueda facilitar el acceso al deporte seguro a un millón de jóvenes afectados por el desplazamiento forzoso (COI, s.f.).

El Programa de Jóvenes Líderes COI

Lanzado en 2016, el programa Jóvenes Líderes capacita a jóvenes de entre 20 y 30 años de todo el planeta para aprovechar el poder del deporte y marcar una diferencia positiva en sus comunidades a partir del desarrollo de su propio proyecto. Con el apoyo de la financiación del COI y una red de mentores, las camadas seleccionadas ya llevaron a cabo más de 140 iniciativas que influyeron en las vidas de más de 30.000 participantes. Como agentes del Olimpismo, cada una de las propuestas promueve los valores olímpicos y se alinea con el cumplimiento de al menos uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU (COI, s.f.).

En este marco, se evidencia una numerosa cantidad de casos de Jóvenes Líderes que, en sus proyectos, utilizaron intencionalmente al deporte como una herramienta para la construcción de paz. Y, efectivamente, lo hicieron en directa alineación con los cinco ejes de influencia planteados anteriormente. 

Proyecto “Vientos de Cambio” (“Winds of Change”)

En este caso, la iniciativa de la fundadora y directora Sophia Papamichalopoulos propone tender puentes entre grupos en disputa en Chipre. Bajo la bandera de que “la paz no puede mantenerse por la fuerza, sino que sólo puede lograrse mediante el entendimiento” (Einstein, 2011), “Vientos de Cambio” busca inspirar a jóvenes a de todo el mundo para que utilicen el deporte como catalizador de la paz.

Para entender el contexto, hay que tener en cuenta que Chipre es una isla dividida en dos comunidades, la grecochipriota y la turcochipriota, desde la guerra de 1974. Durante aquel conflicto, aproximadamente un tercio de la población del país fue desplazada por la fuerza, convirtiéndose en refugiados dentro de su propio país. Hoy, casi medio siglo después, el ala griega y el ala turca siguen divididos por una frontera física, con una clara ausencia de una visión común que fomente la unión entre los pueblos. A pesar de las negociaciones políticas que intentan unificar el país bajo una solución pacífica, a nivel comunitario todavía se resaltan grandes dificultades para promover la paz y restaurar la confianza entre la gente (Winds of Change, s.f.).

En este entorno, el proyecto pretende dar lugar al primer equipo de vela chipriota bicomunitario, con el objetivo de que grecochipriotas y turcochipriotas puedan dar la vuelta a la isla navegando juntos. Detrás de un objetivo compartido, se busca lograr el diálogo, el entendimiento, la colaboración entre las comunidades y fomentar una visión común de construcción de paz. “Cuando ves interactuar a los jóvenes, te das cuenta de que las comunidades tienen mucho más en común de lo que se piensa. Allí se evidencia el valor del deporte, con su poder de unir y tender puentes”, afirmó Papamichalopoulos, quien, a su vez, es hija de una familia de desplazados.

Proyecto “Compite con orgullo” (“Compete Proud”)

La premisa de la iniciativa del español Javier Raya es promover la inclusión social y fomentar una cultura de coexistencia pacífica al abrazar a un grupo particularmente marginado: la comunidad LGBTQI+. Bajo el lema de “Juntos siempre: unidos en la diversidad”, el proyecto “Compite con Orgullo” tiene el foco puesto en crear espacios seguros que eliminen la homofobia y la transfobia, a través de proporcionar herramientas y una comunidad que fomente la aceptación y la inclusión. Para ello, se diseñó una plataforma digital que reúne experiencias inspiradoras de atletas LGBTQI+ y proporciona recursos educativos a través de seminarios web y talleres orientados a organizaciones deportivas o empresas corporativas (Raya, 2023). “El deporte no tiene fronteras y la inclusión tampoco debería tenerlas. El objetivo último es impulsar la igualdad y la no discriminación, ya sea apoyando directamente a quienes hacen deporte o mejorando las estrategias de inclusión de las organizaciones deportivas, desde las más pequeñas hasta el Comité Olímpico”, explicó Raya.

Proyecto “Campamento de Campeones”

A través de la práctica de levantamiento de pesas, la propuesta de Waleed Abu Nada, de Jordania, abre un respiro y una ventana de oportunidades para niños/as y adolescentes que viven en Al Baqaa, uno de los campos de refugiados palestinos más grandes del mundo. Desde un espacio de entrenamiento en un pequeño salón, el “Campamento de Campeones” se convirtió en una plataforma que allana el camino para cientos de niños, ya que es el lugar al que acuden para escapar de sus problemas cotidianos y alcanzar sus sueños. De hecho, gracias al nuevo equipamiento y al compromiso de sus entrenadores, tres de las participantes compitieron en el torneo olímpico de halterofilia de Asia Occidental y todas ellas consiguieron medallas (Abu Nada, 2018). No obstante, Abu Nada tiene muy claro cuál es el foco: “Queremos crear personas que sepan enfrentarse a la vida, independientemente del número de medallas que consigan como atletas. No quiero contribuir únicamente a crear atletas campeones, sino a crear personas campeonas”. A lo que añade: “No dejan de sorprenderme los progresos que hacen cada día estos chicos. Ahora tienen horizontes más amplios y sueñan a lo grande” (Abu Nada, 2018).

 

Conclusiones

Queda claro que el deporte no es en absoluto una estrategia integral de construcción de paz y resolución de conflictos. Es evidente que, por sí solo, no tendrá la capacidad de crear cambios sociales que transformen al mundo en un abrir y cerrar de ojos. Sin embargo, como se analizó a lo largo del trabajo, las prácticas deportivas pueden: aportar un valor diferencial a la hora de promover la inclusión social, proporcionar un respiro en periodos de conflicto, crear confianza y tender puentes entre grupos en disputa, perpetuar la paz en situaciones post conflicto y fomentar la cultura de la paz. En este punto, es importante recuperar la idea de que se trata de un vehículo, de un pie para abrir el juego a transformaciones mucho más grandes. 

No caben dudas que la investigación académica en el ámbito del Deporte para el Desarrollo y la Paz está aún en sus inicios y que queda mucho por hacer. Es necesaria una mayor investigación en este campo para construir y compartir un cuerpo de conocimientos más sólido. Al mismo tiempo, es importante recalcar que las más grandes organizaciones deportivas del mundo, como el Comité Olímpico Internacional o la FIFA, están alineadas en esta senda y tienen programas que dan lugar al crecimiento de las estrategias de SDP. El auge de dichas políticas, sumadas a las voluntades de la ONU y los Objetivos de Desarrollo Sustentable, se configura como el contexto ideal para un campo de conocimiento que poco a poco construye su lugar en la academia y en la sociedad.

Aunque el reto de medir el cambio real que se produce a través del deporte es usualmente difícil de medir en cifras, los efectos de los proyectos van también más allá de los números para remontarse a historias individuales de vida. De allí que la unión de las dos Coreas durante los Juegos Olímpicos de PyeongChang 2018 haya sido importante por la masividad del mensaje transmitido, pero que sea aún más importante porque hasta hoy dos de las atletas trabajan en conjunto para unir a los pueblos. Porque el verdadero impacto del cambio, aquel del que habla Nelson Mandela al decir que el “deporte puede cambiar al mundo” (Mandela, 2000), se transmite de uno a uno; de persona a persona.


  1. “No hemos ganado para los 60.000 aficionados que hay en el estadio, lo hemos hecho para los 43 millones de sudafricanos”, declaró el capitán del equipo, Francois Pienaar, tras recibir el trofeo de campeón en manos de Nelson Mandela (Carlin, 2010).
  2. Cabe aclarar que el COI es la organización encargada de organizar los Juegos Olímpicos modernos.
  3. Desde 1993, la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) expresa repetidamente su apoyo al ideal de la tregua olímpica y a la misión del COI al adoptar, cada dos años -un año antes de cada edición de los Juegos Olímpicos de invierno o verano-, una resolución titulada “Construir un mundo pacífico y mejor mediante el deporte y el ideal olímpico”. Y, tal como declaró el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, en el Congreso Olímpico de 2009, “los principios Olímpicos son los principios de las Naciones Unidas”. De hecho, En 2015, en un momento histórico el Movimiento Olímpico, el deporte fue reconocido oficialmente como un “importante facilitador” del desarrollo sostenible y la paz e incluido en la Agenda 2030 de la ONU (COI, s.f).
  4. Ya se trabajó en Colombia, República Democrática del Congo, Jordania, Kenia, México, Ruanda, Turquía y Uganda, y en breve se pondrán en marcha nuevos programas en Colombia y Francia.

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