Liderazgo político en femenino: desafíos y limitaciones en el proceso de construcción de lideresas en el escenario político internacional.

Por Denise Sanviti & Yohana Solis & otras.

Abstract

La teorización clásica en torno al estudio del liderazgo político se ha centrado en una visión patriarcal del mismo, tanto en su definición como su alcance aplicativo. Por ello, esta línea de investigación tiene el objetivo de analizar el liderazgo político en femenino a través de la identificación de los desafíos y limitaciones, tanto sustantivos como materiales,  dentro de la desigualdad estructurales preexistentes – en términos de género – que enmarcan el proceso de construcción de lideresas en el escenario político internacional. 

A través de una perspectiva de género e interseccional, se realizará una revisión bibliográfica en el estudio del liderazgo político clásico siendo el principal sesgo en el estudio del liderazgo político femenino y, a partir de las teorías feministas, se buscará abordar e identificar los principales factores que se posicionan como limitadores en la construcción del liderazgo político femenino en el escenario político internacional y a la ubicación de la mujer como agente de cambio. 

Finalmente, se analizarán seis casos de mujeres que ejercen o han ejercido un liderazgo político reciente teniendo en cuenta dichos limitadores de manera transversal en el análisis, estas son: Francia Márquez (Colombia), Ursula von der Leyen (Unión Europea), Kamala Harris (USA), Petra De Sutter (Bélgica), Samia Suluhu (Tanzania) y Halimah Yacob (Singapur).

Palabras clave: liderazgo político femenino, relaciones internacionales, lideresas, feminismo.

Marco teórico

Al momento de analizar la construcción y consolidación de liderazgos políticos femeninos hallamos ciertas dificultades teóricas de base para ello. Esto se debe a que la tradición teórica clásica de las Relaciones Internacionales respecto al estudio de liderazgos políticos tienen su componente embrionario en la corriente filosófica del Iluminismo.

Así, el proceso originario de la producción del conocimiento contemporáneo es el resultado de saberes acumulados de trescientos años de historia, determinados por los conceptos iluministas y que significaron un hito histórico trascendental para el desarrollo de la modernidad al reivindicar conceptos como: la “libertad”, la “individualidad”, la “igualdad”, la “autonomía”, entre otros valores que posicionaron tradicionalmente a esta época como “el tiempo de los derechos” y de la universalidad (Sánchez Muñoz, 2001). 

Sin embargo, aquella universalidad escondía una trampa. Sostenida por la Declaración de los Derechos del Hombre de 1789, la “igualdad universal” excluía a las mujeres al escribirse en masculino. En palabras de Beltran y Maquieira (2001), se constituyó una “dualidad ilustrada” basada en una idea falsamente universalizadora que “no extendía sus logros a la mitad de la humanidad”.

Además, esta universalidad se sostenía por la “doctrina del contrato social”. Esta daba origen y legitimidad al Estado, el cual debía defender y proteger los derechos naturales del “Hombre”1. Pero estos derechos, no eran considerados “derechos de las personas” -del Hombre- sino “derechos de los ciudadanos”, lo cual demarcaba un status de reconocimiento estatal a aquellos derechos civiles y políticos con plena participación en el “espacio público” a través del voto (Beltran y Maquieira, 2001; Sánchez Muñoz, 2001). 

En esta instancia, se instala una “desigualdad natural” entre hombres y mujeres ya que aquel contrato social -que no es otra cosa que un pacto falsamente “entre iguales” (pactum unionis), es decir, entre varones- demarca una diferenciación o, mejor dicho, una división sexual del trabajo2 donde limita quienes participan, con pleno goce de derechos, del espacio público. En palabras de Amorós (1997; en Beltrán y Maquieira, 2001), las mujeres son “heterodesignadas como idénticas, no como iguales”, son excluidas del “pactum unionis”3, sino que forman parte de un contrato sexual de subordinación (pactum subjectionis) y son relegadas al espacio privado. En este marco, los deberes de las mujeres se sostienen por sus funciones sexuales y reproductivas legitimadas por la vida doméstica, cuyas tareas se concentran en preservar la vida ética de la comunidad, es decir, ser “las guardianas morales de la república”. En términos de Sánchez Muñoz (2001), “es allí donde se origina la desigualdad y la falta autonomía para formar parte de ese contrato social fundador de la sociedad política” (p. 21), que excluye del ámbito público a la “naturaleza femenina” y la marginaliza de la praxis política4

Este proyecto originario que fundó las bases de nuestra sociedad moderna, consolidó  sesgos patriarcales a través del universalismo masculino y se ha institucionalizado en el ámbito académico. Dicha estructuración ha solidificado reticiencias a los cambios teóricos especialmente a la instauración de la teoría feminista, cuya capacidad interdisciplinar nos habilita a cuestionar críticamente la “construcción social del conocimiento en disciplinas estancas y ha posibilitado una experiencia innovadora en el conocimiento de la complejidad de la vida social” (Beltrán y Maquieira, 2001, p. 10), frente a “una sociedad democrática” con fuertes exigencias de justicia se hace “necesario inaugurar nuevas prácticas sociales encaminadas al logro de la igualdad entre hombres y mujeres” (p. 9).

Bien menciona Amorós (1997; en Beltrán y Maquieira, 2001, p. 11):

El feminismo es capaz de percibir las «trampas» de ciertos discursos, y, en este sentido, el feminismo no es una alternativa teórica más, sino que actúa como conciencia crítica resaltando las tensiones y contradicciones que encierran dichos discursos. Estas contradicciones se hacen patentes cuando se enfrentan a las vindicaciones emancipatorias del discurso feminista” (p. 142).

Es por esto que nos serviremos de la teoría feminista como herramienta de comprensión crítica para conocer de qué manera la construcción del liderazgo político ha sido funcional a aquel sesgo originario de la universalización y qué ha estruturado la teorización en el estudio de liderazgos en términos masculinos, ya que aporta la perspectiva de género para comprender y deconstruir los moldes teoricos tradicionales (Beltrán y Maquieira, 2001). Para ello, se estudiaron distintos casos de lideresas5 y su construcción de liderazgo a partir de las limitaciones sustantivas y materiales que han transcurrido durante dicha construcción.

Sobre el liderazgo político en femenino

Tradicionalmente, el estudio del liderazgo político se ha sostenido en una literatura teórica que mantuvo la idea de que las mujeres en posiciones de poder ejercen un estilo de liderazgo diferente al de los hombres, diferencias asignadas por la socialización de normas culturales aprendidas que reproducen estereotipos de género6 y que desarrollan características directivas diferenciadas entre hombres y mujeres. Por ejemplo, un estilo de dirección masculino de tipo ALFA, se asocia con que los hombres realizan bien las tareas que requieren cualidades visuales-espaciales, se centrarán más en el control, el poder y la jerarquía. Por su parte, un estilo de dirección femenino de tipo BETA, refiere a que las mujeres ejecutan bien las labores que exigen lenguaje, enfatizando la participación, son más emocionales, influenciables o indecisas (Ruiloba Núñez, 2013).

Respecto a esto último, también se ha sostenido que existen distinto tipo de lideresas según el enfoque empresarial. Por un lado, las “tradicionales”, que son aquellas quienes pausan su carrera para volcarse – mayormente- a las tareas de cuidado7; las “transaccionales”, que ven truncado el desarrollo de sus carreras profesionales debido a los límites del techo de cristal8, y por último las “innovadoras”, que se encuentran abocadas a sus carreras profesionales y “logran establecer una división entre sus vínculos en el ámbito doméstico y  el ámbito laboral y/o público”, y es aquí donde se ubicarán las lideresas, según este enfoque (García de León, 2002, p.14).

Sin embargo, es casi imposible seguir sosteniendo este tipo de teorizaciones  en un época post-pandemia donde las limitaciones entre lo público y lo privado se han difuminado, y aún cuando estas diferencias de “estilo” se siguen sosteniendo en un discurso binario. Por tanto, no existen formas o modos de hacer política según el género porque esto es un determinismo inviable de análisis. Sin embargo, lo cierto es que resulta fundamental poner el lente sobre la estructura sociopolítica en la que se desarrollan los liderazgos políticos de las mujeres y de las disidencias sexogénericas9, para así observar cuáles son las limitaciones que reciben durante  la construcción del mismo. 

Ahora bien, cabe mencionar que dentro de la estructura sociopolítica se hallan culturas organizacionales institucionalizadas donde predominan valores masculinizados, presentados como hegemónicos y/o ideales a seguir. En consecuencia, cada cultura organizacional “opera como barrera que mantiene el techo o laberinto de cristal  y entorpece el acceso de las mujeres a los puestos de responsabilidad” (Ruiloba Núñez, 2013, p. 145). Al mismo tiempo, esto se combina con los “muros de cristal” (VER IMAGEN N° 1) y van configurando una espiral de vulnerabilidades y limitaciones en la construcción del liderazgo de mujeres y disidencias sexogenéricas, impuestos por el patriarcado como sistema social de dominación que impone condiciones restrictivas en el acceso. 

IMAGEN N° 1

Fuente: Wirth, 2001, p. 48; citado en Ruiloba Núñez, 2013, p. 146.

Por lo expuesto, el escenario sociocultural es un elemento fundamental para avanzar sobre nuestro análisis. Ahora bien, en palabras de Albaine (2015), la cultura organizacional dentro de los espacios de competitividad electoral “en términos de género suele estar acompañada por el fenómeno del acoso y violencia política de género, entendida como una expresión de violencia de género en el espacio político10 que obstruye los derechos políticos y los derechos humanos de las mujeres” (p. 147). De esta forma:

“en el espacio político se continúa reproduciendo patrones patriarcales y se manifiesta la discriminación de género, la situación de desigualdad en las relaciones de poder de los hombres respecto de las mujeres y de los patrones sociales y culturales masculinos sobre los femeninos. Es decir, que se perpetúa la masculinización de los espacios públicos y políticos” (Escalante Herrera y Méndez Aguilar, 2009; citado en Albaine, 2015, p.).

Con todo lo anterior, el presente trabajo tiene como objetivo identificar cuáles son las limitaciones, tanto simbólicas11 como materiales12, en el proceso de construcción de los liderazgos de los casos de estudio, teniendo en cuenta la cultura organizacional en la que se encuentran. Una vez expuestos estos limitantes se estima contar con nuevas oportunidades de ruptura sobre los prejuicios predeterminados sobre los tipos y/o estilos de liderazgos devenidos de aquella desigualdad supuestamente natural, de la cual se desprende la desigualdad política que excluye a las mujeres y a las disidencias sexogenéricas como sujetos de la praxis política, y que prevén grandes limitaciones y dificultades en el proceso de construcción de liderazgo político y se terminan traduciendo en formas de violencia política.

Análisis de Casos

Francia Márquez, Vicepresidenta de Colombia

Francia Márquez Mina es la primera vicepresidenta negra de Colombia. En el último año se convirtió en un símbolo para las comunidades tradicionalmente marginadas en la política, y representa las clases más populares y pobres de la sociedad. 

Francia nació en el pacífico colombiano, en la ruralidad profunda, específicamente en la vereda de Yolombó, en el corregimiento La Toma, en el departamento del Cauca en el año de 1981. Es afrocolombiana, líder comunitaria, feminista, ambientalista, madre soltera desde los 16 años, hija y nieta de agricultores y mineros. Trabajó en la minería artesanal, la venta de hortalizas y el servicio doméstico antes de graduarse como abogada (Vicepresidencia Colombia, 2022).

Desde muy joven, empieza su lucha como activista y líder comunitaria denunciando y alertando a las comunidades todos los incumplimientos que grandes empresas estaban haciendo en su territorio, así como los trastornos al medio ambiente que grandes hidroeléctricas estaban ocasionando en su municipio, desde allí empieza su camino como Miembro de la Organización Proceso de Comunidades Negras (Goldman Prize, 2022).

Luego debido a la entrega de unos títulos mineros a la empresa multinacional Anglo Gold Ashanti, Francia, como lideresa ambiental de su comunidad instaura una acción de tutela argumentando la vulneración del derecho a la vida digna, la consulta previa (Muñoz, 2016) y la defensa del territorio de la comunidad ancestral de La Toma.

Este conflicto tarda en resolverse recién en el año 2010 tras la sentencia T1045A13 emitida por la Corte Constitucional, en el que se declara esta zona territorio ancestral y suspende los títulos mineros que previamente fueron entregados a la multinacional (2010).

Su labor como defensora medioambiental y representante de las víctimas del conflicto armado en el marco del proceso de paz le ha valido varios premios nacionales e internacionales como el Premio Nacional a la defensa de los derechos humanos en Colombia en 2015 y el Premio Medioambiental Goldman en 2018, por su lucha en defensa del territorio y contra las actividades de minería ilegal en Cauca.

Pese a estos reconocimientos, el establecimiento político, un ámbito tradicionalmente dominado por hombres blancos provenientes de las grandes capitales, ha desaprobado su osadía de pretender, en calidad de mujer negra y de provincia, entrar en su juego político.

Un liderazgo con tradiciones ancestrales:

Francia presenta una propuesta de liderazgo que se puede resumir en 3 aspectos: 1) gobernanza colectiva recogida en la expresión “Soy porque somos”, un principio que enarbola la importancia de pensar y hacer “en juntanza” como ella dice; a contrapelo de un ejercicio de gobierno neoliberal centrado en el individuo, la meritocracia competitiva y la diferenciación (Rodríguez, 2021); 2) La reasignación de la función del Estado y la economía como puntales del logro del ‘vivir sabroso’ ‒una noción proveniente de las comunidades afrodescendientes del Pacifico que promueve una relación más horizontal y orgánica con la naturaleza, el territorio, la comunidad, y las tradiciones propias (Perea, 2020); 3) La lucha por la dignidad, sintetizada en la frase “hasta que la dignidad se haga costumbre”, una dignidad que busca devolver a las y los “nadies” (Oquendo, 2022). Los nadies es una conceptualización identitaria proveniente de un poema de Eduardo Galeano en el que se refiere, al igual que Francia cuando lo cita, a aquellos seres humanos poco valorados y tenidos en cuenta para el desarrollo y construcción de la sociedad.

 

“Los nadies : los ningunos, los ninguneados, corriendo la

Liebre, muriendo la vida, jodidos, rejodidos:

Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no hacen arte, sino artesanía.

Que no practican cultura, sino folklore.

Que no son seres humanos, sino recursos humanos.

Que no tienen cara, sino brazos.

Que no tienen nombre, sino número.

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica

Roja de la prensa local…” Eduardo Galenao.

 

En este sentido, la propuesta de liderazgo de la Vicepresidenta recoge las banderas de su lucha social, de los pueblos y regiones apartadas y olvidados como entre ellos las dificultades que enfrenta en la comunidad negra de la que ella proviene. Estas propuestas han encontrado resonancia en grupos sociales muy diversos, como las mujeres, las personas LGBTTTIQA+14, les jóvenes, les artistes, los pueblos indígenas, campesinos, afrodescendientes, raizales y palenqueros. Grupos a cuyas distintas luchas siempre se refiere en sus discursos.

Gran parte de su éxito político ha residido en su capacidad de utilizar “la metodología de la interseccionalidad como referencia indispensable para actualizar la definición del concepto de género” (García, 2008) y como “herramienta analítica para estudiar, entender y responder a las maneras en que el género se cruza con otras identidades y cómo estos cruces contribuyen a experiencias únicas de opresión y privilegio” (Boletín “Género y Derechos”. No. 9, agosto 2004 citado en García, 2008).

Esta apuesta permite moverse y generar conexiones, entre un pensamiento situado y anclado en realidades y demandas muy específicas, y un proyecto que responde a las inquietudes generales que plantea la profunda crisis socioeconómica, cultural y ambiental que enfrenta el Planeta. 

  Ahora bien, Francia ha sufrido toda clase de limitaciones en su carrera política; ha sufrido limitaciones materiales al hacer campaña política, (en el 2018 no contó con recursos para hacer su campaña a la Cámara de representantes) y limitaciones simbólicas que van desde ataques contra su condición racial, o de género.

 Esto se une a la violencia simbólica que sufre desde que se la nombró como fórmula Vicepresidencial del Pacto histórico junto al hoy presidente Gustavo Petro; que se entiende citando a Bourdieu (2000) “sometimiento de unos sujetos respecto de otros, a través del proceso de socialización que permite naturalizar las relaciones de poder, las que se convierten en incuestionables a partir de asimetrías entre las cuales se encuentran las basadas en “género””(Lopez, 2015, p 4), es decir se reproducen y naturalizan los mandatos culturales frente a los comportamientos, siendo impensable que una mujer pobre, negra y campesina llegue a formar parte del gobierno de un país. 

Este sistema político patriarcal “proceso histórico y social que expresa un sistema opresivo y mantiene la misma hegemonía con la violencia repetida contra todos aquellos sujetos que pueden amenazar los privilegios masculinos” (Zabonati, 2015),  culturalmente replica unas relaciones de género desiguales; tiende a depositar en los hombres el poder de controlar los recursos y la toma de decisión, perpetuando los mecanismos de desigualdad y sumisión que se pretende romper con la gobernanza actual co-liderada por Francia.

[…]

Podés seguir leyéndolo en el siguiente link.


1. A través del concepto “hombre”, se apela a la universalidad lo cual, ya en su terminología, no hace más que excluir a las mujeres. La igualdad, en este caso, pasa a ser el principio rector de la vida social y política y lo que define la misma humanidad (Sánchez Muñoz, 2001).

2. La División Sexual del Trabajo deviene de la “conjunción entre el capitalismo y el patriarcado (ya que) el proceso de industrialización y urbanización supuso que buena parte del trabajo femenino —la reproducción y mantenimiento de las personas del núcleo hogar/familia— quedase apartado de la fábrica (…), espacio donde la presencia masculina era y es mayoritaria”. (Torns, 2008, p.57)

3. Aunque si formaran parte del pacto unionis como objetos transaccionales de este (Sánchez Muñoz, 2001).

4. La exclusión de las mujeres del ámbito público se manifiesta expresamente en “Emilio o La Educación” de Jean-Jacques Rousseau, uno de los exponentes más importantes de la Ilustración. En este libro procura desarrollar un “tratado” educativo para ser un “buen ciudadano”, el cual está basado en un modelo de masculinidad representado por Emilio y cuya educación está orientada a “cultivar su independencia de criterio frente a los prejuicios”, es decir, su autonomía moral. Por otro lado, la feminidad está representada por Sofía, que no puede ser llamada “ciudadana”, sino compañera de Emilio educación, y su educación es instrumental. Por tanto, Sánchez Muñoz (2001) afirma que “si el contrato social y en los Discursos Rousseau quebraba la universalidad de principios cómo la igualdad y la autonomía en detrimento de las mujeres, en el Emilio la quiebra de los ideales emancipadores es innegable” (p. 23).

5. Para los fines de este trabajo, se entiende por lideresas a aquellas personas que poseen una extensa trayectoría dentro de la conducción y/o diligencia dentro de un partido político, un grupo social, e incluso, que ocupan cargos electivos (Real Academia Española, 2021).

6. “El tipo de conducta esperada por las personas que ocupan un lugar dentro de la sociedad, debido a que se ha enlazado el funcionamiento de la sociedad a las características y al comportamiento de los seres humanos” (García Villanueva et al., 2015, par. 4)

7. Tareas de cuidado incluyen “la provisión de bienes esenciales para la vida, como la alimentación, el abrigo, la higiene y el acompañamiento, así como el apoyo y la transmisión de conocimientos, valores sociales y prácticas a través de los procesos de crianza” (Bezanson y Luxton, 2006 en Rico y Robles, 2016, p. 12).

8. Según Camarena Adame y Saavedra García (2018), el término techo de cristal es un concepto utilizado desde finales de 1980 para definir a aquel entramado de barreras y/o obstáculos invisibles que dificultan a las mujeres y/o minorías a obtener puestos o cargos de alta responsabilidad y poder en las organizaciones donde trabajan. Esto es el resultado de una cultura patriarcal androcéntrica que reproduce prejuicios sostenidos por los estereotipos de género. En suma, también a este techo de cristal pueden sumarse los denominados “muros de cristal (…) que supone un muro horizontal difícil de traspasar para las mujeres y, como ya decíamos, es una barrera artificial y casi invisible, construida de perjuicios de actitud y de organización que se sitúa como frontera a las posiciones más altas” ((Llombarr et al, 2001, p .46; citado en Ruiloba Núñez, 2013, p. 152). 

9. El concepto “disidencia sexo-genérica” es definino por Marlene Wayar como “un movimiento sociopolítico que no se alinea con la heteronormatividad diferenciándose también de los movimientos homonormativos” (Wayar, 2021, p.2), en contraposición del concepto “diversidad sexual” cada vez más utilizado por el maintreaming homonormativo.

10. El término violencia política en razón de género se refiere a una forma agregada a la violencia de género y que se constituye como “un hecho político producido por las relaciones de fuerza y poder que aluden a la construcción social entre hombres y mujeres en la sociedad […]. El acoso político o la violencia política se constituye en un “delito” contra las mujeres, es una acción ilícita por la cual una o varias personas en ejercicio del poder público presiona, persigue, hostiga y amenaza [sic] a otra con la finalidad de apropiarse de su “poder” o inducirla a tomar decisiones en contra de su voluntad y de su principios ético políticos (Machicao, 2004; citado en Albaine, 2015, pp. 151-152). Además, según el artículo n° 3 de Ley Modelo Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en la Vida Política, “ la violencia política contra las mujeres puede incluir, entre otras, violencia física, sexual, psicológica, moral, económica o simbólica”(Organización de los Estados Americanos [OEA], 2017). 

11. En función a los fines de este trabajo, se definirán a las limitaciones simbólicas como aquellas que responden a factores socioculturales devenidos de la reproducción y sostenimiento de la estereotipación y roles basados en género institucionalizados en la cultura organizacional y, por ende, encuadrados en la macro estructural sociocultural que se traducen como violencia política de tipo  física, sexual, psicológica, moral, económica o simbólica”(OEA, 2017).  Esto genera fuertes expectativas sobre las lideresas y las encasillan en un determinado estilo, y suelen materializarse en formas críticas y señalamientos contra ellas por hechos o episodios vinculados a su vida personal y/o social no ligados a la política.

12. En función a los fines de este trabajo, se definirán a las limitaciones materiales como aquellas que dificultan el acceso a recursos, especialmente, en el proceso de financiamiento de las campañas electorales, el acceso desigual al sistema educativo, entre otros.

13. Sentencia de la Corte Constitucional de Colombia que otorgó a las comunidades étnicas el derecho a la consulta previa antes de realizar proyectos extractivistas o cualquier otro en su territorio. https://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2010/t-1045a-10.htm

14. LGBTTTIQA+: Lesbianas, Gays, Bisexuales, Transgénero, Travestis, Transexuales, Intersexuales, Queer, Asexuales, otres.

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