Breña, Roberto. El primer liberalismo español y los procesos de emancipación de América, 1808-1824: una revisión historiográfica del liberalismo hispánico.

Por Nicolás Levenson

Sin duda embarcarse en la empresa de construir un entramado teórico a contramano de las tres corrientes historiográficas principales en la historia de los estudios del proceso de independencia hispanoamericano es una tarea por demás ambiciosa. A través de un análisis minucioso, prolijo y tremendamente caudaloso en lo que a los términos de la bibliografía revisada se refiere, Breña propone una nueva clave de lectura para el proceso de emancipación americana basada en su relación con el liberalismo español: el Problema Americano.

El objetivo del autor es demostrar que el liberalismo (tanto el peninsular como el americano) no fue una entidad sólida, coherente y homogénea sino, por el contrario, un cuerpo de ideas en desarrollo, pero sobre todo un proceso en el cual las afirmaciones estuvieron dadas más por la contingencia de los acontecimientos que por la capacidad predictiva de la teoría. Esto es lo que le permite entender, y aquí su propuesta teórica central, al proceso de emancipación americano como un proceso no lineal, repleto de rupturas, pero también y fundamentalmente de continuidades; rebosante de ambigüedades teóricas y prácticas y, si no evitable, al menos entendido como una de muchas formas posibles. 

Críticas a la historiografía previa y el Problema Americano

El liberalismo no fue la ideología con la entidad y sustantividad que la historiografía peninsular propone; no fue tampoco la ideología única ni mayoritaria dentro del escenario americano que describió la historiografía americana. Sin embargo, aún con sus limitaciones, jugó un rol clave dentro del proceso de emancipación americana.

La revisión historiográfica de Breña parte de la premisa de afirmar que no es posible entender los sucesos emancipatorios americanos en una clave dicotómica, determinista o en términos de inevitabilidad. En cambio, es necesario entenderlos en su carácter de proceso y privilegiando un enfoque que parta de los términos tradición y reformismo; es decir, contemplando continuidades y rupturas, pero entendiendo fundamentalmente que las categorías no son rígidas. Esta es la razón principal que lo lleva a negar la fiabilidad de toda corriente historiográfica que desee explicar el proceso de emancipación americano partiendo de la base de un enfrentamiento entre absolutismo peninsular-liberalismo americano. 

El autor evidencia en este sentido que el proceso histórico que lo ocupa, sus repercusiones y los actores que participaron en ellos deben ser comprendidos y estudiados partiendo de términos que permitan denotar una idea de gradualidad y de diferencias, incluso dentro de grupos aparentemente homogéneos pero que en realidad no sostenían un gran corpus de ideas que les fuera común. 

La invasión napoleónica en España y la prisión del rey generan en la Península un clima de confusión y estupor que hace que las soluciones resulten intempestivas. Sea lo que sea que haya que decidir, parece que nunca se estará por delante de los acontecimientos: las soluciones son fundamentalmente reactivas; responden a la urgencia del momento y están exentas de fundamentos teóricos sofisticados a tal punto que parecen, y en gran medida lo son, improvisadas. La falta de claridad es tal que ni siquiera puede saberse con certeza quién está del lado propio y quién opera al servicio del enemigo invasor. En este contexto, no resulta extraño que las propias (y ciertamente pocas) certezas que se tienen en cada momento sean efímeras; las circunstancias cambian, los escenarios fluctúan, pero no se puede dejar de tomar decisiones. Nuevas instituciones, nuevos comportamientos y nuevas formas de resolver los problemas se combinan igualmente con soluciones conocidas; aquello que ha funcionado en otro tiempo permanece para algunos como una opción viable, incluso en circunstancias ajenas. Los matices son fundamentales; la contingencia, un mapa que se fusiona a su vez con el hecho y la idea de lo “evitable”. Sin embargo, no todo es permanente ruptura; la novedad del acontecer se concilia en la visión de Breña con la susceptibilidad de los eventos pasados sobre los eventos futuros. Lo que ocurre es “consecuencia de”, pero también podría haber sido de otras muchas maneras. En esta minuciosa lectura del acontecer como novedad, pero también como sucesión, se evidencia la agudeza de la propuesta central del libro: el análisis de una interrelación. 

Las Cortes de Cádiz: desequilibrio fatal

El factor determinante que impulsa los deseos, primero autonomistas, y luego independentistas con respecto a España es la formación de Juntas de gobierno que se autoproclaman representantes de la soberanía popular y que tienen por objetivo ejercer el poder en nombre del rey Fernando VII mientras este se encuentre ausente y el trono vacante. La causa no es entonces la invasión napoleónica sino la respuesta a esa invasión y la serie de sucesos que esta genera tanto en España como en América. El resultado es un proceso de paulatino abandono del Ancien Regime y de nacimiento de un nuevo ordenamiento social, político y económico moderno, heredero de nuevas ideas que circulan y se enriquecen a ambos lados del Atlántico. Resulta interesante señalar que este intercambio está lejos de ser unidireccional, y mucho más lejos aún de desarrollarse como un proceso lineal: las ambigüedades teóricas y prácticas que rodean al primer liberalismo español y al proceso emancipatorio americano vuelven a señalarnos la centralidad del devenir de los acontecimientos. Lo interesante de esta propuesta reside en darle al acontecimiento de la ruptura la importancia que este conlleva, pero sin perder de vista que los resultados de este proceso no estuvieron determinados de antemano; si en su comienzo se vislumbraba un futuro posible, aquello que ocurrió realmente estuvo dado por la contingencia, y también en gran medida fue producto de ideas que distaban de ser tan sólidas, concluyentes e imperantes como se cree. Resaltar el carácter imprevisible de los acontecimientos es reconocer, además de que las ideas no se ven reflejadas en la práctica de la misma forma en la que se plasmaron en el papel, que el proceso emancipatorio americano fue una búsqueda intelectual y política repleta de dudas e indeterminaciones en pos de la autonomía.

No es posible entender el proceso de emancipación americano sin atender a la relevancia del proceso constitucional de Cádiz: las Cortes representaron un cúmulo de ideologías no lineales, no homogéneas y que hasta resultaban contradictorias en sí mismas: un liberalismo peninsular que declara y asume en la teoría la igualdad absoluta entre la metrópoli y sus colonias pero se esfuerza por nunca ponerla en práctica – pues de haberlo hecho habría significado acatar su posición minoritaria frente a los diputados americanos – al mismo tiempo que se esfuerza en no reconocer la libertad económica a aquellos territorios a los que les ha brindado un status de igualdad; un liberalismo que instaura por primera vez los debates acerca de la soberanía, el constitucionalismo y la representación (tres pilares fundamentales para comprender el proceso de emancipación americano) y que discute el principio sobre el cual se establecía el poder político no solo español sino europeo, al mismo tiempo que constituía el germen de un proceso que, a contramano de sus objetivos, termina por descomponer al Imperio Español.

Historia de los lenguajes políticos y la teleología del “proceso independentista”

Breña parte de la idea de que las fijaciones de sentido son temporales y precarias; es decir, características de cada etapa histórica. No se trata entonces de estudiar solamente las ideas o de otorgar categorías rígidas – “liberalismo”, “absolutismo” – y esperar que el solo hecho de nominarlas resuelva el complejo problema de su definición, sino de abordar también su contexto de surgimiento y auge para poder de esta manera comprender sus permanencias y cambios.

No son las ideas lo que más importa, pues por si solas resultan incompletas; comprender la época es dotarlas de sentido, y este es por lo tanto el ejercicio (y el desafío) que se propone Breña. Para lograrlo, es preciso recorrer el amplio espectro de opiniones, ideas y teorías que ocupan un espacio-tiempo histórico apuntando a quitarle las sombras a la manera en la que las posiciones relativas se reconfiguran. 

La elección de nombrar al proceso que concluyó con el nacimiento de nuevos Estados Nacionales en América como “proceso emancipatorio americano” y no “de independencia” es por demás significativo y evidencia, como un todo, los elementos centrales del libro y de la propuesta del autor. Priorizando los términos “flexibles” por sobre los “rígidos”, anteponiendo la contingencia por sobre la teleología y los determinismos, señalando las continuidades incluso en aquellos momentos de mayor ruptura, historizando los sentidos y comprendiendo el carácter central de un proceso que se juega a ambos lados del Atlántico, la selección del término emancipación por sobre aquel independencia es evidencia máxima de la coherencia, la sutileza y la magnitud de un trabajo que aporta entonces una compleja y completa visión de un conjunto de elementos que hacen a la comprensión de un proceso con una magnitud y complejidad significativas: la emancipación americana y su relación con el liberalismo español contemporáneo. En otras palabras: interrelación, historiografía, contingencia (en términos de una no teleología), agencia.

Consideraciones finales

De acuerdo con Breña, las tres principales corrientes historiográficas que han explicado la independencia de América (las interpretaciones tradicionales, la historiografía hispanoamericana contemporánea y las modernas historiografías peninsulares) distan de proveer una explicación y análisis satisfactorios pues omiten una caracterización de las posturas liberales en su real expresión: es decir, entendiendo al liberalismo no como una ruptura total con el absolutismo y la manera de concebir al mundo del Ancien Regime sino como un propio universo heterogéneo y gradual -incluso contradictorio-, y a las posturas absolutistas como corpus de ideas que coincidieron (aunque en menor medida) en la necesidad de hacer cambios. La principal diferencia entre estas dos posturas fue la gradualidad, la profundidad y la velocidad de los cambios a efectuar. El escenario en el cual se desarrolla este debate es, por lo demás, profundamente significativo y colabora con este entendimiento del proceso en términos de continuidades y rupturas, cambios y permanencias: las Cortes de Cádiz partieron del precepto de que la soberanía residía en la nación, y (es cierto, con limitaciones y sujeto también a amplias disputas pero con su participación al fin) contaron con la presencia de representantes de los territorios americanos que fueron considerados de igual jerarquía (al menos en la teoría) que los peninsulares. No debe confundirnos el hecho de que los americanos hayan reclamado más libertades y una representación justa e igualitaria frente a lo que consideraban un lugar insignificante: la presencia de estos reclamos nos da la pauta de que efectivamente formaron parte. No puede omitirse por lo tanto un análisis de las Cortes de Cádiz si realmente quiere comprenderse el proceso emancipatorio americano en su totalidad.

El primer liberalismo (…) resulta entonces un fenomenal aporte (por la magnitud, rigurosidad y complejidad del análisis) que se plantea como una génesis superadora de las interpretaciones previas en la materia; es una búsqueda de nuevos caminos sostenida por la convicción de que la preocupación que lo recorre es auténtica, y tiene algo nuevo que aportar en un universo teórico que dista de estar agotado a pesar de los numerosos trabajos realizados sobre el tema; y es también y fundamentalmente una apuesta: la del Breña escritor que entiende y busca hacer entender que destacar la complejidad intrínseca de los fenómenos es, por más paradójico que resulte, una manera de tornarlos inteligibles. En un mundo en el que las respuestas rápidas, fáciles y sencillas son la norma, la apuesta a la complejidad es, sin dudas, una manera de construir nuevos escenarios posibles: la construcción a partir de la interrelación rescatando el carácter variable de las interpretaciones (y privilegiando por tanto la construcción de sentidos), dando centralidad al acontecer (una apología de la contingencia), aportando al debate con ideas que superen la dicotómica polarización.

Bibliografía:

Breña, R. (2006). El primer liberalismo español y los procesos de emancipación de América, 1808-1824: una revisión historiográfica del liberalismo hispánico. México, D. F.: El Colegio de México, Centro de Estudios Internacionales.

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